jueves, 31 de agosto de 2017

¿Opciones verdes? Sí, pero en verde integrador

Seguro que la mayoría de las generaciones previas se han parado en algún momento a reflexionar y se han percatado de que se encontraban en una encrucijada. Sus decisiones nos han hecho avanzar hasta el punto actual del camino. Y hoy me uno a muchos cuando me levanto y empiezo a poner en orden mis ideas empezando con un “Estamos ante una encrucijada”.

Hace ya bastante tiempo le di vueltas al dicho “el fin justifica los medios”. Y acabé concluyendo que la decisión más importante radica en qué medios escoge uno. Le doy vueltas a la importancia del “cómo” porque me enteré recientemente que en mi provincia van a construir un eco-barrio.


Qué y cómo lo haces es una decisión al alcance de nuestra mano. Determina cómo es nuestro presente, qué es lo que somos. Conseguir el fin propuesto inicialmente puede lograrse (o no) en el futuro. Es decir, elegir un buen fin es importante. Nos inspira. Pero yo diría que es más importante cómo actuamos para lograrlo. El cómo es lo que nos define. La idea se asemeja a cuando nos dicen que es más importante el camino que el destino. A modo de recordatorio, a veces me digo a mí misma en broma: Dios escribe recto en renglones torcidos, pero tú no.

La iniciativa de este eco-barrio es privada. Un equipo de emprendedores está diseñando un barrio “eco” en muchos sentidos. Así se define:

“las familias podrán disfrutar de un entorno, vibrante, dinámico, saludable y socialmente cohesionado.  El barrio está siendo co-diseñado por los futuros habitantes y ha sido concebido en torno a un colegio, XXX. Integra dimensiones como el balance casi cero energía y la reutilización de aguas, la movilidad sostenible y peatonalización, la integración en la naturaleza, economía compartida y circular, distintas fórmulas habitacionales, calidad del aire y la comodidad de servicios y comercios a pie de calle. WWW, que está actualmente en fase de diseño, se creará sobre un terreno de 25 hectáreas y será hogar para 1000 familias. El proyecto busca crear valor social y ambiental, además de valor económico.”

Mi primera reacción fue de asombro positivo. Me gustaría vivir en un espacio así. También me atrajo la idea de trabajar en un proyecto con esos objetivos. Me quedé con esta valoración inicial. No obstante, al poco tiempo notaba cierto desasosiego. Como si algo desentonase. Carecía de algún discurso articulado que me ayudara a concretar este rechazo. Lo que hallé fue un par de hilos sueltos en mi memoria. Y tiré de ellos para ver qué había en los rincones de mi mente.

El primer hilo fue saber que el origen del proyecto era un determinado colegio. Para mí, este detalle era importante porque era como el “alma” del proyecto. Es un colegio que utiliza la metodología Montessori y, además, es de habla inglesa. Como suele ocurrir en estos casos, es de pago.

Estoy absolutamente de acuerdo con la idea de que la educación debe cambiar y hacerse más humana. Los niños y los jóvenes no son máquinas que modelar en una cadena de montaje. Lo dice alguien que hasta hace poco seguía teniendo pesadillas en las que volvía al instituto y tenía que hacer deberes y estudiar para los exámenes. Esta idea es antigua (algunos ejemplos son los de la escuela de Summerhill de A. S. Neill o La Casa dei Bambini de Maria Montessori) , pero es cierto que hasta hace poco eran más bien desconocidas por la mayoría de ciudadanos.

El fin o meta a alcanzar, por tanto, está clara. ¿Y el cómo? He aquí lo que atrae mi atención. Una encrucijada.

A) Encontramos estas iniciativas privadas, como el colegio que ha dado luz al eco-barrio. Me disculparán aquellos que encuentren la siguiente descripción muy dura, pero yo diría que esta opción es la “vanguardia para los mejores”. Y ¿Quiénes son los mejores? Los que pueden pagarlo. Y echando un vistazo a la web son unos 600€ al mes.

¿Qué padres pueden permitirse esta inversión económica en la educación de sus hijos? Demasiado pocos porque una buena educación es un derecho fundamental de todo ser humano.  

B) Hace poco descubrí que un profe de la escuela pública, Javier García, revolucionó la metodología del colegio público de Viñagrande. Según sus propias palabras: “Entré en este colegio y me encontré a profesores desmotivados y alumnos sin energía. Tenía dos opciones: o me iba o cambiábamos esto de arriba a abajo”[1].

Y decidió cambiarlo. Abandonaron los libros de texto y las asignaturas, mezclaron a los alumnos por edades, tiraron muchos tabiques para obtener aulas amplias, incluyeron hora y media de “ritmo, movimiento y gimnasia” para empezar el día, etc.

Acabo de describir muy brevemente dos formas de conseguir el mismo fin. ¿Qué camino seguir, la opción A o la B? Yo elijo la B porque me parece la más sostenible, en muchos ámbitos. En primer lugar, destacaría que fue innecesario construir otro colegio y también generar otra comunidad. Se mejoró algo que ya existía: cambiando actitudes y aprovechando las estructuras existentes. En segundo lugar, es un colegio público y esto garantiza el disfrute de una educación de calidad para la mayoría. Carezco de experiencia directa en la gestión de un centro escolar pero por lo que sé, incluyendo mi propia experiencia escolar, 600€ al mes me parece excesivo. Esto último tiene un gran peso para mí. El reto de nuestras sociedades es la conciliación, la integración de todos los individuos. No dejar a nadie atrás.

De ahí el segundo hilo, el vago recuerdo de las comunidades privadas que existen en Estados Unidos. Comunidades de vecinos que gestionan los servicios básicos, la seguridad, la decoración y, por supuesto, la admisión de sus miembros. No soy una experta al respecto, pero enseguida vinculo esta forma de gestionar los espacios a los problemas de segregación racial y económica que existen en este país.

Diseñar un eco-barrio, creando la comunidad previamente a través de los socios interesados (y que pueden invertir) en el proyecto… suena tentador y sus objetivos son positivos. ¿Por qué rechazarlo? Pues porque me parece que es una forma no sostenible de lograr una meta sostenible. Es la opción A que veíamos antes: construir un colegio privado que utilice nuevas metodologías. ¿Cuál sería la opción B en este caso? Dejar de construir (tanto barrios “eco” como no “eco”) y aprovechar los barrios y ciudades existentes. Como hizo Javier García, cambiar actitudes y aprovechar estructuras. Invertir nuestro tiempo y capacidades en la mejora de la gestión de las ciudades y barrios existentes. Combinando iniciativa privada y pública. En este sentido, intuyo que es positivo cierto liderazgo de los ayuntamientos. Muchos opinarán que dadas las circunstancias (gente desinformada, gente no concienciada, políticos que no se enteran, políticos con intereses ocultos…) más vale irse y empezar de cero (sálvense quien pueda… pagarlo) que plantarse y cambiar las cosas.

Yo defiendo esto último, basándome en convicciones morales. Sin embargo, creo que ha llegado un punto en el que “salvarse quien pueda” ha dejado de ser viable o, por lo menos, lo será a largo plazo. El peso y coste de los que se quedan atrás será cada vez mayor (los efectos de su contaminación, el gasto social de la imposibilidad de su incorporación al mundo laboral, el gasto de lidiar con sus enfermedades, el gasto en seguridad ante el incremento de la violencia urbana, la creación de guettos…) y acabará por quebrar el orden social.

De este modo, tirando de estos dos hilos llego a la conclusión de que la construcción de un eco-barrio no me parece la solución óptima. Necesitamos entornos sostenibles medioambiental y económicamente que al mismo tiempo refuercen la integración de sus miembros de distintas clases sociales. Nuestras ciudades tienen que ser verdes, pero de un tono verde integrador.

Para ello, diría que:

  • Es mejor cambiar actitudes y aprovechar infraestructuras existentes. Transformar nuestros barrios y ciudades antes que construir más.
  • Es mejor un liderazgo público. Es imperfecto y muy mejorable pero me parece positivo que sea un liderazgo político, en el sentido de que (casi) todos tienen un voto para expresar su opinión. Por ahora, lo considero un mecanismo para que todos expresen su opinión: desde la vanguardia hasta los que se quedan atrás.


Por último, no dejar a nadie atrás ¿significa ir más despacio en la consecución de nuestras metas? Antes creía que sí…pero porque lo veía todo bastante extremo: o colegio público atrasado o colegio privado que sólo unos pocos pueden permitirse. Pero con ejemplos como el del profesor García me di cuenta de que existen más opciones. ¿El reto? Ser lo suficientemente creativos y atrevidos para dar con opciones verdes integradoras.






[1] Carretero, Nacho. 2017. “Los colegios se rebelan”. Elpais, 21 de junio. Disponible en https://politica.elpais.com/politica/2017/06/02/actualidad/1496414454_917724.html

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