Seguro que la mayoría de las
generaciones previas se han parado en algún momento a reflexionar y se han
percatado de que se encontraban en una encrucijada. Sus decisiones nos han
hecho avanzar hasta el punto actual del camino. Y hoy me uno a muchos cuando me
levanto y empiezo a poner en orden mis ideas empezando con un “Estamos ante una
encrucijada”.
Hace ya bastante tiempo le di
vueltas al dicho “el fin justifica los medios”. Y acabé concluyendo que la
decisión más importante radica en qué
medios escoge uno. Le doy vueltas a la importancia del “cómo” porque me enteré recientemente que en mi provincia van a construir un eco-barrio.
Qué y cómo lo haces es una decisión al alcance
de nuestra mano. Determina cómo es
nuestro presente, qué es lo que somos. Conseguir el fin propuesto inicialmente
puede lograrse (o no) en el futuro. Es decir, elegir un buen fin es importante.
Nos inspira. Pero yo diría que es más importante cómo actuamos para lograrlo. El
cómo es lo que nos define. La idea se
asemeja a cuando nos dicen que es más importante el camino que el destino. A
modo de recordatorio, a veces me digo a mí misma en broma: Dios escribe recto
en renglones torcidos, pero tú no.
La iniciativa de este eco-barrio es privada. Un equipo de emprendedores está
diseñando un barrio “eco” en muchos sentidos. Así se define:
“las familias podrán disfrutar de un entorno, vibrante, dinámico, saludable y socialmente cohesionado. El barrio está siendo co-diseñado por los futuros habitantes y ha sido concebido en torno a un colegio, XXX. Integra dimensiones como el balance casi cero energía y la reutilización de aguas, la movilidad sostenible y peatonalización, la integración en la naturaleza, economía compartida y circular, distintas fórmulas habitacionales, calidad del aire y la comodidad de servicios y comercios a pie de calle. WWW, que está actualmente en fase de diseño, se creará sobre un terreno de 25 hectáreas y será hogar para 1000 familias. El proyecto busca crear valor social y ambiental, además de valor económico.”
Mi primera reacción fue de
asombro positivo. Me gustaría vivir en un espacio así. También me atrajo la
idea de trabajar en un proyecto con esos objetivos. Me quedé con esta
valoración inicial. No obstante, al poco tiempo notaba cierto desasosiego. Como
si algo desentonase. Carecía de algún discurso articulado que me ayudara a
concretar este rechazo. Lo que hallé fue un par de hilos sueltos en mi memoria.
Y tiré de ellos para ver qué había en los rincones de mi mente.
El primer hilo fue saber que el origen del proyecto era un determinado
colegio. Para mí, este detalle era importante porque era como el “alma” del
proyecto. Es un colegio que utiliza la metodología Montessori y, además, es de
habla inglesa. Como suele ocurrir en estos casos, es de pago.
Estoy absolutamente de acuerdo
con la idea de que la educación debe cambiar y hacerse más humana. Los niños y
los jóvenes no son máquinas que modelar en una cadena de montaje. Lo dice
alguien que hasta hace poco seguía teniendo pesadillas en las que volvía al
instituto y tenía que hacer deberes y estudiar para los exámenes. Esta idea es
antigua (algunos ejemplos son los de la escuela de Summerhill de A. S. Neill
o La Casa dei Bambini de Maria
Montessori) , pero es cierto que hasta hace poco eran más bien desconocidas
por la mayoría de ciudadanos.
El fin o meta a alcanzar, por
tanto, está clara. ¿Y el cómo? He aquí lo que atrae mi atención. Una
encrucijada.
A) Encontramos
estas iniciativas privadas, como el colegio que ha dado luz al eco-barrio. Me
disculparán aquellos que encuentren la siguiente descripción muy dura, pero yo
diría que esta opción es la “vanguardia para los mejores”. Y ¿Quiénes son los
mejores? Los que pueden pagarlo. Y echando un vistazo a la web son unos 600€ al
mes.
¿Qué padres pueden permitirse
esta inversión económica en la educación de sus hijos? Demasiado pocos porque
una buena educación es un derecho fundamental de todo ser humano.
B) Hace
poco descubrí que un profe de la escuela pública, Javier García, revolucionó la
metodología del colegio público de Viñagrande.
Según sus propias palabras: “Entré en este colegio y me encontré a profesores
desmotivados y alumnos sin energía. Tenía dos opciones: o me iba o cambiábamos
esto de arriba a abajo”[1].
Y decidió cambiarlo. Abandonaron
los libros de texto y las asignaturas, mezclaron a los alumnos por edades,
tiraron muchos tabiques para obtener aulas amplias, incluyeron hora y media de
“ritmo, movimiento y gimnasia” para empezar el día, etc.
Acabo de describir muy brevemente
dos formas de conseguir el mismo fin. ¿Qué camino seguir, la opción A o la B?
Yo elijo la B porque me parece la más sostenible, en muchos ámbitos. En primer
lugar, destacaría que fue innecesario construir otro colegio y también generar
otra comunidad. Se mejoró algo que ya existía: cambiando actitudes y
aprovechando las estructuras existentes. En segundo lugar, es un colegio
público y esto garantiza el disfrute de una educación de calidad para la
mayoría. Carezco de experiencia directa en la gestión de un centro escolar pero
por lo que sé, incluyendo mi propia experiencia escolar, 600€ al mes me parece
excesivo. Esto último tiene un gran peso
para mí. El reto de nuestras sociedades es la conciliación, la integración de
todos los individuos. No dejar a nadie atrás.
De ahí el segundo hilo, el vago recuerdo de las comunidades privadas que
existen en Estados Unidos. Comunidades de vecinos que gestionan los servicios
básicos, la seguridad, la decoración y, por supuesto, la admisión de sus
miembros. No soy una experta al respecto, pero enseguida vinculo esta forma de
gestionar los espacios a los problemas de segregación racial y económica que
existen en este país.
Diseñar un eco-barrio, creando la
comunidad previamente a través de los socios interesados (y que pueden
invertir) en el proyecto… suena tentador y sus objetivos son positivos. ¿Por
qué rechazarlo? Pues porque me parece que es una forma no sostenible de lograr
una meta sostenible. Es la opción A que veíamos antes: construir un colegio
privado que utilice nuevas metodologías. ¿Cuál sería la opción B en este caso?
Dejar de construir (tanto barrios “eco” como no “eco”) y aprovechar los barrios
y ciudades existentes. Como hizo Javier García, cambiar actitudes y aprovechar
estructuras. Invertir nuestro tiempo y capacidades en la mejora de la gestión
de las ciudades y barrios existentes. Combinando iniciativa privada y pública.
En este sentido, intuyo que es positivo cierto liderazgo de los ayuntamientos.
Muchos opinarán que dadas las circunstancias (gente desinformada, gente no
concienciada, políticos que no se enteran, políticos con intereses ocultos…)
más vale irse y empezar de cero (sálvense quien pueda… pagarlo) que plantarse y
cambiar las cosas.
Yo defiendo esto último, basándome
en convicciones morales. Sin embargo, creo que ha llegado un punto en el que “salvarse
quien pueda” ha dejado de ser viable o, por lo menos, lo será a largo plazo. El
peso y coste de los que se quedan atrás será cada vez mayor (los efectos de su
contaminación, el gasto social de la imposibilidad de su incorporación al mundo
laboral, el gasto de lidiar con sus enfermedades, el gasto en seguridad ante el
incremento de la violencia urbana, la creación de guettos…) y acabará por quebrar el orden social.
De este modo, tirando de estos
dos hilos llego a la conclusión de que la construcción de un eco-barrio no me
parece la solución óptima. Necesitamos entornos sostenibles medioambiental y económicamente
que al mismo tiempo refuercen la integración de sus miembros de distintas
clases sociales. Nuestras ciudades tienen que ser verdes, pero de un tono verde
integrador.
Para ello, diría que:
- Es mejor cambiar actitudes y aprovechar infraestructuras existentes. Transformar nuestros barrios y ciudades antes que construir más.
- Es mejor un liderazgo público. Es imperfecto y muy mejorable pero me parece positivo que sea un liderazgo político, en el sentido de que (casi) todos tienen un voto para expresar su opinión. Por ahora, lo considero un mecanismo para que todos expresen su opinión: desde la vanguardia hasta los que se quedan atrás.
Por último, no dejar a nadie atrás ¿significa ir más despacio en la consecución de nuestras metas? Antes creía que sí…pero porque lo veía todo bastante extremo: o colegio público atrasado o colegio privado que sólo unos pocos pueden permitirse. Pero con ejemplos como el del profesor García me di cuenta de que existen más opciones. ¿El reto? Ser lo suficientemente creativos y atrevidos para dar con opciones verdes integradoras.
[1]
Carretero, Nacho. 2017. “Los colegios se rebelan”. Elpais, 21 de junio. Disponible en https://politica.elpais.com/politica/2017/06/02/actualidad/1496414454_917724.html
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