El tema de hoy es la historia. Hace unos días comencé a ver
algunos episodios de la serie Elementary.
No era la primera vez pero me gusta la dinámica entre los personajes y en
muchos casos ya no recuerdo quién es el asesino. En esta (segunda) ocasión
viendo uno de los episodios (el 14 de la segunda temporada, El fósil) algo me llamó la atención.
Sherlock quería llamar la atención de un contrabandista de arte. Para ello, se
le ocurre falsificar las 95 tesis que Lutero clavó en las puertas de la iglesia
de Wittenberg. En este momento de la trama no pude evitar alejarme.
Recientemente he leído acerca de este personaje histórico y he descubierto que
los expertos consideran poco probable que este hecho tuviera lugar. Resulta
heroico y tiene mucha carga dramática, pero seguramente Lutero mandó el texto
de protesta por correo al obispo de Maguncia.
Seguí disfrutando del episodio y
de las extravagancias del detective británico, pero noté que dentro de mi
cabeza había surgido un post-it con el siguiente mensaje: “Lutero, historia,
versiones…”.
No hice mucho caso a ese post-it…
hasta que fui a la casa de mis padres y descubrí en un rincón un montón de
libros para donar a la biblioteca. El único que llamó mi atención fue uno
llamado 25 personajes que cambiaron el
mundo. Con este libro Círculo de Lectores inició su Biblioteca de Álbumes
culturales con imágenes coleccionables. Es de 1994 y desde que llegó a mis
manos siendo una niña me parecía una pequeña joya. Me pasaba horas pasando las
páginas para ver las imágenes. Con este recuerdo, lo primero que hice fue
rescatarlo.
Ese libro, aunque no se haya utilizado en más de 15 años, se queda.
No obstante, al inspeccionarlo se abrió por el capítulo de Lutero. Leí la
versión Disney que se relataba y
sentí que automáticamente me distanciaba de ese libro. Volvió al montón
destinado a la biblioteca.
No me ha pasado muchas veces, pero hace poco leí un libro
que afectó profundamente mi modo de percibir el mundo. Lo escogí tras leer una breve
entrevista a la autora y lo leí en mi tiempo libre. Se trata de Imperiofobia y leyenda negra. Me
pareció una perspectiva fresca y atrevida. Muy sensata. El libro abarca muchos
temas y etapas históricas pero a mí me llamó especialmente la atención lo
relativo a Lutero y al protestantismo. Yo estaba acostumbrada a un relato de la
vida de Lutero en la que era un héroe. Y esto está bastante extendido, como
muestra el libro de Círculo de Lectores o la película estrenada en
2003 acerca de su vida. Pero este relato se centra en lo positivo, en una serie
muy concreta de acontecimientos y leyendas. Es lo que a mí me parece una
versión Disney: muy simple, hay
buenos y malos claramente identificables y para los buenos siempre hay un buen
final feliz. Pero la época de Lutero fue convulsa. Y él fue un personaje
complejo, con sus luces y sombras. En esta esta breve
tribuna la autora del libro, María Elvira Roca, describe muy bien al
personaje sin olvidar las sombras.
La perspectiva reflejada en el
libro de Roca representa un extremo y aquella que critica otro; seguramente la
“verdad” se encuentre en un punto intermedio en muchos casos. Pero eso me da
igual. Lo que caló más en mí fue la idea de que la versión de la historia
popular, la que nos enseñan en el colegio-bachillerato y en muchos casos en la
universidad, es muy pobre y caricaturesca. Una versión de malos y buenos nada
inocente.
No me apetece profundizar mucho ni ofrecer muchos ejemplos.
Sobre esto me limito a invitar al lector a comprar el libro. Lo principal que
quiero transmitir es que cuando se relata la historia de cualquier país se
puede elegir ofrecer dos versiones, en todos los casos: una positiva y otra
negativa. No hace falta mentir. Es cuestión de elegir qué hechos contar y
cuáles dejar fuera del relato. En general, los países del norte de Europa
tienen un relato favorecedor: son países protestantes, serios, silenciosos,
austeros. Reino Unido inventó la democracia parlamentaria. La Revolución
francesa y la Ilustración fue el punto de inflexión que marcó el fin del barbarismo
y la ignorancia. Lutero fue adalid de la libertad religiosa y se enfrentó a la
corrupción de la Iglesia Católica. Los países del sur (cuanto más al sur, peor)
representan el otro relato: católicos, irresponsables, ruidosos, derrochadores.
Yo nací en España y mi vínculo con mi país de origen diría
que es positivo, pero ni fuerte ni débil. Mi familia vive aquí y son mis
raíces. Me gusta el clima y la comida. Desde los 18 años he viajado bastante y
he vivido largas temporadas en dos países: Reino Unido y Estados Unidos. En
este tiempo, he convivido con gente de todos los continentes. Una vez hasta
conocí a un chico de Liechtenstein y me pareció de lo más exótico. Mi
experiencia es que los estereotipos acerca de las nacionalidades están muy
vivos y se aplican. El verano pasado, mi compañera de habitación en Washington
D. C. me describió de la siguiente forma: “pareces una sueca que haya nacido en
España”. Lo que quería decir, medio en broma, era que “eres demasiado puntual y
responsable para haber nacido en España”. Me reí ante tal ocurrencia. Dado el
discurso popular (historia maniquea transmitida, series de televisión,
películas, libros de ficción y no ficción best
seller…) era bastante normal. En estos viajes también me ha sorprendido
constatar que las personas que transmitían una peor opinión de España
eran…españoles. Pero un tipo concreto de español, de cierta clase social,
viajado y que se consideraba a sí mismo una excepción.
Sinceramente, cuando leí el libro Imperiofobia sentí algo de alivio. Mi primera reacción fue que ya
tenía argumentos de peso para “ganar” y “quedar mejor” ante mis conocidos
británicos, franceses y alemanes. Esta satisfacción me duró unos días.
Considero justo dejar constancia de esta reacción tan infantil por mi parte.
Más adelante llegué a una conclusión más madura, la que he apuntado más arriba.
La historia de todos los países tiene sus luces y sus sombras. Estamos
acostumbrados a unas versiones más claras para los vecinos del norte y otras
más oscuras para los del sur. Pero en la actualidad necesitamos versiones más
conciliadoras. Versiones que inspiren a los ciudadanos actitudes constructivas
y reflexivas.
El pasado mes de marzo, un alto
cargo de la Unión Europea, el holandés socialdemócrata Jeroen Dijsselbloem afirmó:
"en la crisis del euro, los países del Norte se han mostrado solidarios con los países afectados por la crisis. Como socialdemócrata, atribuyo a la solidaridad una importancia excepcional. Pero el que la solicita, tiene también obligaciones. Uno no puede gastarse todo el dinero en copas y mujeres y luego pedir que se le ayude".
He creído importante incluir todo
el párrafo. Lo que yo encontré en estas palabras fue una comparación muy poco
afortunada. Quizás resulte ingenuo, pero hay cierto margen para considerar que
no estaba diciendo que la gente del sur se haya gastado el dinero “en copas y mujeres”.
Pero, tal y como están las cosas, el titular que recorrió Europa fue: “El
presidente holandés del Eurogrupo dice que los países del sur gastan el dinero ‘en
alcohol y mujeres’”. He aquí el viejo relato acerca del sur. A mí me pareció
triste. Tampoco me agradó aquellos del sur que utilizaron estas desafortunadas
palabras en su provecho. Eché en falta una voz conciliadora que dijera: ya
basta de una versión Disney de la
historia de la familia europea. Quien crea que en el norte están los buenos, a
su perspectiva le faltan sombras. Y se llevará de vez en cuando alguna sorpresa
negativa difícil de encajar. Quien crea que en el sur están los malos, a su
perspectiva le faltan luces. Y se llevará de vez en cuando alguna sorpresa
positiva difícil de encajar. A estas alturas que hasta la factoría Disney nos ofrece historias en las que las princesas se salvan solas y las malas no son tan malvadas, va siendo hora de que nos dejemos de cuentos y decidamos qué perspectiva nos ayudará a crear un futuro mejor juntos. Como dijeron al final de una serie que me encantó, mejor que tener un final feliz ¡por un comienzo feliz!
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